Ella no sabía muy bien estas cuestiones de medidas y menos aún de precauciones… Detrás de su fachada salvaje, podría decirse que se movía como los animalitos domésticos que se echan al calor y buscan las caricias de sus dueños… Los corazones son muy valiosos… El alma está en ellos. Y sus duendes… Sus perfumes… Sus secretos… Un día se dejó el corazón allá, a unos cuantos cientos de kilómetros, pero no tan lejos como el reino del silencio, del olvido, de la ausencia… Y los días fueron pasando en la infructuosa espera… Nada… Ni una señal… Dolía ese hueco al principio, pero conforme pasaba el tiempo, ella se iba resignando, se iba acostumbrando a la idea de no ver a recuperarlo, de vivir con el pedacito de corazón que le había quedado, ese que se usa para seguir funcionando…
Y ella miraba las estrellas por las noches, sin siquiera animarse a preguntarles… Sólo se quedaba extasiada, como si se hiciera una de ellas… Y ella miraba las hojas de los árboles por las mañanas… Las veía mecerse con la brisa y se quedaba muy quieta, meciéndose con ellas… Y el cielo azul… Serenatas de grillos en la noche… Serenatas de pájaros en la mañana… Y pasaba a través de la vida, a través de las cosas, mientras corrían las hojas del calendario… Un día despertó y sintió que su corazón estaba en su lugar. Entero. Nuevo. Bello. La vida se lo había ido devolviendo pedazo a pedazo... La vida sabe, la vida se encarga de regalarnos estas recuperaciones inesperadas...
(Esto lo publiqué en mi página de Netlog el martes, 16 de diciembre del 2008 a las 10:58
y está en:http://es.netlog.com/mumycronopio/blog/blogid=2191084)

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