
Hallábame tendida gozando de las bondades de la inercia emprendiendo divagues de alto vuelo cuando de pronto... ¡cataplún! Caí vertiginosamente presa de una imagen que intenté ilustrar en el collage precedente...
Estos días en que la cocina de mi rancho se convierte en un desfile de educandos que tratan desesperadamente de aprobar sus exámenes de febrero, una y otra vez la realidad me lleva ya no al asombro ni al estupor sino más te diría al horror al observar los comportamientos de estos cerebritos...
¿Será que algunos estímulos a los que han sido reiteradamente expuestos desde su más tierna infancia o aún desde la vida intrauterina, han conseguido este efecto planchado?
¿O será que conforme van sucediéndose las generaciones las rugosidades tienden a alisarse?
¿De cuántas planchas son víctimas estas pobres criaturas que sonríen con sus miradas vacuas desde una oquedad pasmosa?
Vamos a tener que hacer ALGO para reivindicar las arrugas qué joder!!!!! Porque si seguimos así, a este paso no nos va a alcanzar ni para un par de buñuelos o media docena de ravioles con mucha suerte y viento a favor...
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